Me vais a perdonar, pero cuando escribo en el blog, me permito la libertad de ser un poquito libre y arbitraria en la forma y en el contenido. Por el contrario, en mi canal de YouTube, mi instagram y todas las otras vías a través de las cuales me comunico con vosotras, todo está bien fundamentado y trato de que os llegue la información de la mejor manera posible para que os ayude de verdad. Sin embargo, en mi blog tomé la decisión de permitirme fluir y ser más libre y, aunque también lo escribo para vosotras, me permito reservarlo también un poquito para mí, para mis reflexiones más personales, reflexiones que no tienen por qué estar basadas en teorías demostrables. Me lo reservo para mis pensamientos más profundos e instintivos, que no paso por el filtro de la razón, siendo solo yo en estado puro, sin máscaras (o al menos no conscientes), sin pretensiones, sin expectativas.

Y hoy me apetece hablar del amor. Es un tema que me fascina y me ha fascinado siempre. Creo que es algo que todos anhelamos y ansiamos, incluso aquellos que dicen no buscarlo ni necesitarlo. En el fondo, muy en el fondo, todos queremos que nos quieran. Es una necesidad básica del ser humano. 

Mi concepto sobre el amor ha ido cambiando a lo largo del tiempo sin siquiera ser yo consciente. Ya que antes yo era muy, muy, inconsciente con todo. El problema es que, aunque no seamos conscientes, la vida pasa, se transforma. Así que mejor ser conscientes que inconscientes, mejor poder ser actores y directores del cambio en lugar de espectadores. 

Yo, si observo mi pasado y mi presente, me siento muy afortunada porque he experimentado mucho amor en mi vida, fruto tanto de mis relaciones como de mis amistades o de mi familia, incluso aunque no haya sabido capaz de verlo o apreciarlo en esos momentos. Porque el problema del amor es que da igual lo mucho que te quieran, que si tú no te quieres a ti misma, nunca vas a sentir conexión con los demás, ni serás capaz de experimentar un amor genuino hacia el otro, ni de sentir el que los demás te den a ti.

Por eso, he llegado a la conclusión de que el gran amor que uno debería tener en la vida es el amor hacia uno mismo. (Y no tiene nada que ver con el egocentrismo ni con el narcisismo, no mezclemos cosas) Antes yo no lo entendía, lo escuchaba por todas partes pero no lo entendía. Pero poco a poco no solo llegué a comprenderlo, sino que lo fui integrando. 

Hace ya tiempo que me quiero, sí, me quiero. Aunque a algunas, debido quizás a vuestra poca falta de amor hacia vosotras mismas, esto os chirríe. Yo me quiero e intento tratarme con amor. Miro con admiración las cosas por las que he pasado en la vida y me doy gracias por haber llegado a donde estoy. Me animo cuando tengo un mal día y me recompenso por mis esfuerzos. O trato de hacerlo. 

Esto, este cambio de foco, me ha cambiado la vida no os podéis imaginar hasta qué punto. 

Al empezar a tratarme con amor y compasión hacia mí misma, he sido capaz de empezar a sentir amor real y conexión hacia el mundo. Por supuesto, ya había tenido antes momentos en los que esto me había sucedido, pero en general siempre me había sentido un bicho raro por no sentir tanto como yo creía que debía sentir. 

La primera persona por la que sentí un amor genuino e indescriptible fue mi hijo, pero yo intuía que ese mismo amor, o parecido, era posible sentirlo hacia los demás, hacia el mundo, incluso hacia un desconocido. Y no era mi caso. 

Sin embargo, todo eso cambió cuando empecé a quererme un poco a mí. No os podéis imaginar cómo ha cambiado todo. A veces me dan ganas de abrazar a gente que veo por la calle. Y os aseguro que yo odiaba los abrazos. Incluso con los amigos. 

En el pasado, hubo una punto de inflexión de mi vida a partir del cual me rechazaba tanto a mí misma, me quería tan poquito, que me costaba recibir un abrazo, y más aún darlo. No sabía lo que significaba un abrazo. Y ahora me parece un gesto de cariño maravilloso. 

Cuando el vacío y el desprecio hacia ti misma anidan tu corazón, es imposible encontrar el amor. Nos mentiremos diciendo que lo estamos buscando, pero buscar el amor del otro no es la solución. Debemos ser capaces de ofrecer un amor incondicional a los demás, no un afecto condicionado a cambio de que ellos nos quieran y nos salven la vida porque nosotras somos incapaces de hacerlo. 

Deja de buscar fuera lo que tienes que buscar dentro de ti o serás una mendiga de amor toda tu vida. Te sentirás sola, incluso aunque estés rodeada de gente. Serás incapaz de sentir el amor que los demás sienten por ti y no serás capaz de dar un amor real y auténtico. 

Antes de buscar pareja o más amigos o de rechazar a tu familia porque no te dan lo que tú necesitas, trabájate a ti misma, quiérete y entonces sal al mundo y toma decisiones. Pero esas decisiones que tomes o esa búsqueda de conexión no puede nacer de la carencia o de la necesidad de que el otro nos dé algo que no tenemos, que sentimos que nos falta.

La llave de tu felicidad solo la tienes tú. O te das cuenta de eso o serás eternamente infeliz.