El concepto de libertad es un concepto que me fascina y que puede generar muchos conflictos si es mal entendido. 

La libertad es una de las necesidades humanas más básicas. Una necesidad que todos, en mayor o menor medida, tenemos. Pero debemos hacernos las siguientes preguntas: ¿Es la libertad lo mismo para todos? ¿Qué es realmente la libertad para mí? Y ¿qué pasa si tenemos un concepto de libertad equivocado?

Ayer hablaba con un amigo sobre este asunto y se generó un debate de lo más habitual cuando se habla de un tema como “la libertad”. Él entendía la libertad como el “hacer lo que nos da la gana” y me prevenía sobre los peligros de actuar así. A lo que yo le respondí diciéndole que eso no era libertad, que eso era “hacer lo que te daba la gana”. Y que, obviamente, eso podía generar mucho dolor tanto en uno mismo como en los demás. 

Como he dicho, la libertad, al igual que todo concepto abstracto, significa algo distinto para cada uno de nosotros. Eso es obvio. Pero es de especial importancia que tengamos algunas cosas claras antes de alzarnos a favor de la libertad y reivindicar nuestro derecho a ser libres. 

Volviendo a la conversación con mi “amigo”. Él me decía que en su vida había pasado por una etapa en la que había tratado de pasar de todo y de todos y hacer lo que le daba la gana y ser libre, pero que no se había sentido bien. Que al final hay personas a las que queremos y hacer lo que nos da la gana nos perjudica a nosotros mismos y a los demás. Y él había elegido renunciar a parte de esa libertad para cuidar y querer a otros. Y que eso le hacía feliz. 

Pero es que es ahí donde está el error. Eso que él considera renunciar a la libertad es precisamente ejercer nuestra libertad. La «libertad» no es hacer lo que a uno le dé la gana, sino elegir qué hacer con cada cosa que nos sucede en la vida con «consciencia». Hacer las cosas porque queremos hacerlas y no por evitar el juicio o rechazo de los demás. Hacer las cosas porque tienen sentido para nosotros. 

Si haces algo para gustar al otro, para que te quiera, para evitar su juicio, para que no te rechace o por pura rebeldía, ahí no estás siendo libre. Me da igual un polo que el otro. Pero si eliges cuidar al otro, amarlo y atenderlo porque tiene sentido para ti, incluso aunque eso suponga no estar haciendo alguna otra cosa que también te gustaría, ahí estás siendo libre. Estás eligiendo. Y eso es libertad. 

Algo básico en las sesiones de coaching es ayudar a tu coachees a tener claros sus valores. Los suyos, no los que vienen de fuera (existen herramientas sorprendentes para esto). Y guiarlo para que tome decisiones de acuerdo con sus valores Esto es ser libre, amigas. Tomar decisiones conscientes, de acuerdo con nuestros valores. Y eso supone tener que renunciar a veces a cosas que nos gustaría hacer si «hiciéramos lo que nos diera la gana”.

Lo que sucede es que, en ocasiones, cuando nos sentimos pisoteados por los demás, cuando sentimos que nuestras necesidades no son tenidas en cuenta o cuando nos sentimos dolidos con el mundo o con la vida, podemos adoptar una actitud de rebeldía o de mal entendida libertad.

En la comunicación no violenta se trabaja este tema. Cuando descubrimos que tenemos necesidades que necesitan ser cubiertas, en un intento de ser asertivos, nos instalamos en la rebeldía o en esa libertad mal entendida de la que hablo. Creemos que ser libres es hacer lo que nos da la gana. Y necesitamos pasar por una etapa de reivindicación de nuestro “Yo”. “Porque yo lo valgo”. Pero nada más lejos de la realidad. 

Si seguimos avanzando y explorando, y tenemos realmente ganas de ser felices y estar en paz, poco a poco nos daremos cuenta de que eso no funciona. De que no queremos herir a los demás. De que hay personas a las que queremos cuidar y tener cerca y eso supone hacer algunos sacrificios. Pero es que eso, amigas, repito, es ser libres. Tomar decisiones que tienen sentido para ti y están alineadas con tus verdaderos valores y creencias es ser libres. Pero, ojo, digo tus valores. Hay que hacer una profundo trabajo de autoconocimiento para identificar tus valores y desidentificarte de los que has ido adquiriendo de fuera por educación o por las experiencias de la vida. Pero una vez que conectas con tu esencia es liberador. Y ya tienes la brújula que necesitas para moverte por la vida. Las decisiones que tienes que tomar son mucho más sencillas que antes y te vuelves asertiva casi sin darte cuenta. Poner límites ya no tiene sentido porque simplemente eres tú y sabes decir que no o que sí, según tus necesidades, valores y creencias en cada momento. 

Ah, y ojo, que puedes cambiar con el tiempo. Que la vida no es inmutable. Que en cada etapa de nuestra vida los valores, las necesidades y las creencias pueden variar y lo que te sirve en un momento de tu vida deja de servirte en otro. Por eso, y por mucho más, cada cierto tiempo conviene hacer un exhaustivo autoanálisis para reajustar nuestros valores y creencias y observar si estamos actuando de forma coherente o no. 

Así que ya sabes, reflexionan sobre lo que para ti es libertad, cómo la honras en tu día a día con cada persona y en cada contexto, y si esa forma de hacer o actuar te reporta los beneficios deseados.